Notas de Elena | Sábado 27 de junio del 2020 | ¿Por qué testificar? | Escuela Sabática
Sábado 27 de junio
La Divinidad se conmovió de piedad por la humanidad, y el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se dieron a sí mismos a la obra de formar un plan de redención. Con el fin de llevar a cabo plenamente ese plan, se decidió que Cristo, el Hijo unigénito de Dios, se entregara a sí mismo como ofrenda por el pecado. ¿Con qué se podría medir la profundidad de este amor? Dios quería hacer que resultara imposible para el hombre decir que hubiera podido hacer más. Con Cristo, dio todos los recursos del cielo, para que nada faltara en el plan de la elevación de los seres humanos. Este es amor, y su contemplación debiera llenar el alma con gratitud inexpresable. ¡Oh, cuánto amor, cuánto amor incomparable! La contemplación de este amor limpiará el alma del egoísmo. Hará que el discípulo se niegue a sí mismo, tome su cruz y siga al Redentor (Consejos sobre la salud, pp. 219, 220).
La naturaleza habla a sus sentidos, declarándoles que hay un Dios viviente, Creador y supremo Soberano del universo. «Los cielos cuentan la gloria de Dios, y la expansión denuncia la obra de sus manos…». Salmo 19:1. La belleza que cubre la tierra es una demostración del amor de Dios. La podemos contemplar en las colinas eternas, en los corpulentos árboles, en los capullos que se abren y en las delicadas flores. Todas estas cosas nos hablan de Dios. El sábado señalando siempre hacia el que lo creó todo, manda a los hombres que abran el gran libro de la naturaleza y escudriñen allí la sabiduría, el poder y el amor del Creador (Patriarcas y profetas, p. 29).
Todos los manantiales de ternura que se hayan abierto en las almas de los hombres son tan solo como una gota del ilimitado océano, cuando se comparan con el amor infinito e inagotable de Dios. La lengua no lo puede expresar, la pluma no lo puede describir. Podéis meditar en él cada día de vuestra vida; podéis escudriñar las Escrituras diligentemente a fin de comprenderlo; podéis dedicar toda facultad y capacidad que Dios os ha dado al esfuerzo de comprender el amor y la compasión del Padre celestial; y aún queda su infinidad. Podéis estudiar este amor durante siglos, sin comprender nunca plenamente la longitud y la anchura, la profundidad y la altura del amor de Dios al dar a su Hijo para que muriese por el mundo. La eternidad misma no lo revelará nunca plenamente.
Sin embargo, cuando estudiemos la Biblia y meditemos en la vida de Cristo y el plan de redención, estos grandes temas se revelarán más y más a nuestro entendimiento (Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 691, 692).
Todos han de brillar, porque la luz de la verdad ha descendido sobre ellos, y no pueden dejar de iluminar en medio de las tinieblas morales del mundo…
Hay almas que necesitan ser reavivadas; muchos deben recibir el gozo de la salvación dentro de sus propias almas. Ellos han errado, no han estado edificando un carácter correcto, pero para el Señor es motivo de regocijo restituirles aun el gozo de su Ungido. Esto proveerá eficiencia, felicidad y una seguridad santificada; un testimonio vivo… Hay sanamiento y purificación para toda alma que vaya a Cristo. Hay bálsamo en Galaad, hay allí médico (Alza tus ojos, p. 285).
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NOTAS DE ELENA G. DE WHITE
ESCUELA SABÁTICA
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