Notas de Elena | Sábado 18 de julio del 2020 | El poder de la oración: Interceder por otros | Escuela Sabática
Sábado 18 de julio
Necesitamos sentir la influencia vivificadora del Espíritu Santo como los discípulos la sintieron el día de Pentecostés. Acerca de su experiencia en esa ocasión leemos: «Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios. Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común». El egoísmo había sido expulsado del corazón. «Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos». Hechos 4:31-33 (Reflejemos a Jesús, p. 233).
Los apóstoles llegaron a ser lo que fueron por la gracia de Cristo. La devoción sincera y humilde y la oración ferviente los pusieron en íntima comunión con él. Se sentaron con el Señor en los lugares celestiales. Comprendieron la enormidad de su deuda para con él. Mediante la oración sentida y perseverante obtuvieron el don del Espíritu Santo, y luego salieron cargados con la responsabilidad de salvar almas y colmados de celo a extender los triunfos de la cruz. Y como resultado de sus labores, muchas almas fueron trasladadas de las tinieblas a la luz y se organizaron numerosas iglesias.
¿Seremos hoy menos fervorosos que los apóstoles? Mediante una fe viviente ¿no reclamaremos como nuestras las mismas promesas que desde lo íntimo de su ser los motivaron a suplicar al Señor Jesús que cumpliera sus palabras: «Pedid, y recibiréis» (Juan 16:24)? ¿No ha de venir hoy también el Espíritu de Dios, en respuesta a la oración perseverante y sentida, para llenar a los hombres de poder? ¿Acaso hoy no asegura Dios también a sus obreros suplicantes, creyentes y confiados, que imparten el conocimiento de las Escrituras a los que ignoran las preciosas verdades que contiene, «he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» Mateo 28:20? Entonces, ¿por qué la iglesia es tan débil y falta de espiritualidad? (Testimonios para la iglesia, t. 7, pp. 33, 34).
El Dios a quien servimos no hace acepción de personas. El que dio a Salomón el espíritu de sabio discernimiento está dispuesto a impartir la misma bendición a sus hijos hoy. Su palabra declara: «Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela a Dios, el cual da a todos abundantemente, y no zahiere; y le será dada». Santiago 1:5. Cuando el que lleva responsabilidad desee sabiduría más que riqueza, poder o fama, no quedará chasqueado. El tal aprenderá del gran Maestro no solo lo que debe hacer, sino también el modo de hacerlo para recibir la aprobación divina.
Mientras permanezca consagrado, el hombre a quien Dios dotó de discernimiento y capacidad no manifestará avidez por los cargos elevados ni procurará gobernar o dominar. Es necesario que haya hombres que lleven responsabilidad; pero en vez de contender por la supremacía, el verdadero conductor pedirá en oración un corazón comprensivo, para discernir entre el bien y el mal (Profetas y reyes, p. 21).
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