Notas de Elena | Miércoles 30 de octubre del 2019 | Un juramento | Escuela Sabática

Miércoles 30 de octubre: Un juramento
Nehemías les explicó que, por el hecho de que el rey de Persia le había investido de autoridad, él mismo podría haber exigido grandes contribuciones para su beneficio personal. Pero en vez de obrar así, no había recibido siquiera lo que le pertenecía con justicia, sino que había dado liberalmente para aliviar de su necesidad a los pobres. Instó a los gobernadores judíos culpables de extorsión a que renunciasen a este inicuo proceder, devolviesen las tierras de los pobres, así como el interés del dinero que les habían exigido, y les prestasen lo necesario sin garantía ni usura.
Estas palabras fueron pronunciadas en presencia de toda la congregación. Si los gobernadores hubiesen querido justificarse, tenían oportunidad de hacerlo. Pero no ofrecieron excusa alguna. Declararon: -Devolveremos, y nada les demandaremos; liaremos así como tú dices». Oyendo esto, Nehemías, en presencia de los sacerdotes, los juramentó «que harían conforme a esto… Y respondió toda la congregación: ¡Amén! Y alabaron a Jehová. Y el pueblo hizo conforme a esto» (Profetas y reyes, p. 480).
Los judíos entendían que el tercer mandamiento prohibía el uso profano del nombre de Dios; pero se creían libres para pronunciar otros Juramentos. Prestar juramento era común entre ellos. Por medio de Moisés se les prohibió jurar en falso; pero tenían muchos artificios para librarse de lao obligación que entraña un juramento. No temían incurrir en lo que era realmente blasfemia ni les atemorizaba el perjurio, siempre que estuviera disfrazado por algún subterfugio técnico que les permitiera eludir la ley.
Jesús condenó sus prácticas, y declaró que su costumbre de jurar era una transgresión del mandamiento de Dios. Pero el Salvador no prohibió el juramento judicial o legal en el cual se pide solemnemente a Dios que sea testigo de que cuanto se dice es la verdad, y nada más que la verdad (El discurso maestro de Jesucristo, p. 59).
Las palabras placenteras y gozosas no cuestan más que las palabras desagradables y malhumoradas. Las palabras duras hieren y lastiman el alma. En esta vida todos tienen dificultades que solucionar. Cada uno se encuentra frente a aflicciones y desilusiones. ¿No llevaremos luz en lugar de oscuridad a las vidas de aquellos con quienes nos relacionamos? ¿No pronunciaremos palabras que ayuden y bendigan? Tales palabras serán una bendición tanto para nosotros como para aquellos a quienes las decimos…
A menudo las palabras se pronuncian descuidadamente y se olvidan, pero estas palabras para el bien o para el mal, producirán una cosecha. Sembrad una palabra sin bondad, y dura, y esta semilla, encontrando suelo fértil en la mente de los oyentes, brotará y llevará fruto según su especie. Sembrad una semilla mediante palabras amantes, gentiles y cristianas, y producirán una rica recompensa. Cuidémonos para que no hablemos palabras que no son una bendición sino una maldición. Si sembramos trigo cosecharemos trigo. Si sembramos cizaña, cosecharemos cizaña. Y la cosecha, sea de trigo o de cizaña, será segura y abundante (Nuestra elevada vocación, p. 296).
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NOTAS DE ELENA G. DE WHITE
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