Notas de Elena | Miércoles 24 de agosto del 2022 | Un testimonio convincente | Escuela Sabática

Miércoles 24 de agosto: Un testimonio convincente
El carcelero había oído con asombro las oraciones y cantos de los encarcelados apóstoles. Cuando los trajeron vio sus hinchadas y sangrientas heridas, y él mismo hizo asegurar sus pies en los cepos. Había esperado oír de ellos amargos gemidos e imprecaciones; pero oyó en cambio cantos de gozo y alabanza. Con estos sonidos en sus oídos el carcelero había caído en un sueño del cual fue despertado por el terremoto y el sacudimiento de las paredes de la cárcel…
La severidad con que el carcelero había tratado a los apóstoles no había despertado su resentimiento. Pablo y Silas tenían el espíritu de Cristo, no el espíritu de venganza. Sus corazones, llenos del amor del Salvador, no daban cabida a la malicia contra sus perseguidores…
Una influencia santificadora se difundió entre los presos, y todos estaban dispuestos a escuchar las verdades habladas por los apóstoles. Estaban convencidos que el Dios a quien estos hombres servían los había librado milagrosamente de sus cadenas (Los hechos de los apóstoles, pp. 175, 176).
Los apóstoles no contaban su vida por preciosa y se regocijaban de ser tenidos por dignos de sufrir oprobio por el nombre de Cristo. Pablo y Silas sufrieron la pérdida de todo. Fueron azotados y arrojados brutalmente al piso frío de una mazmorra, en una posición muy dolorosa, con los pies elevados y sujetos en el cepo. ¿Llegaron protestas y quejas a los oídos del carcelero? ¡Oh, no! Desde el interior de la cárcel, se elevaron voces que rompían el silencio de la noche con cantos de gozo y alabanza a Dios. Animaban a estos discípulos un profundo y ferviente amor por la causa de su Redentor, a favor de la cual sufrían.
En la medida en que la verdad de Dios llene nuestro corazón, absorba nuestros afectos y rija nuestra vida, tendremos por gozo el sufrir por la verdad. Ni las paredes de la cárcel, ni la hoguera del martirio, podrán entonces dominamos ni poner obstáculo a la gran obra (Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 446).
Cada alma está rodeada de una atmósfera propia, de una atmósfera que puede estar cargada del poder vivificante de la fe, el valor y la esperanza, y endulzada por la fragancia del amor… Toda persona con la cual nos relacionamos queda, consciente o inconscientemente, afectada por la atmósfera que nos rodea…
El testimonio silencioso de una vida sincera, abnegada y piadosa, tiene una influencia casi irresistible. Al revelar en nuestra propia vida el carácter de Cristo, cooperamos con él en la obra de salvar almas. Solamente revelando en nuestra vida su carácter, podemos cooperar con él.
Y cuanto más amplia es la esfera de nuestra influencia, mayor bien podemos hacer. Cuando los que profesan servir a Dios sigan el ejemplo de Cristo practicando los principios de la ley en su vida diaria; cuando cada acto dé testimonio de que aman a Dios más que todas las cosas y a su prójimo como a sí mismos, entonces la iglesia tendrá poder para conmover al mundo (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 274, 275).
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NOTAS DE ELENA G. DE WHITE
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