Notas de Elena | Martes 9 de julio 2019 | Esclavos, viudas, huérfanos, extranjeros | Escuela Sabática

Martes 9 de julio: Esclavos, viudas, huérfanos, extranjeros
Los israelitas mismos habían sido siervos poco antes, y ahora que iban a tener siervos, debían guardarse de dar rienda suelta al espíritu de crueldad que los había hecho sufrir a ellos bajo sus amos egipcios. El recuerdo de su propia amarga servidumbre debía capacitarlos para comprender la situación del siervo, para ser bondadosos y compasivos, y tratar a los otros como ellos quisieran ser tratados. Los derechos de las viudas y los huérfanos se salvaguardaban en forma especial y se recomendaba una tierna consideración hacia ellos por su condición desamparada. «Si tú llegas a afligirle, y él a mí cla-mare, ciertamente oiré yo su clamor —declaró el Señor—; y mi furor se encenderá, y os mataré a cuchillo, y vuestras mujeres serán viudas, y huérfanos vuestros hijos». Los extranjeros que se unieran con Israel debían ser protegidos del agravio o la opresión. «Y no angustiarás al extranjero: pues vosotros sabéis cómo se halla el alma del extranjero, ya que extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto» (Patriarcas y profetas, p. 319).
No hay excusa para los cristianos al permitir que los clamores de las viudas y las oraciones de los huérfanos asciendan al cielo debido a sus necesidades apremiantes al paso que una Providencia liberal ha colocado en las manos de esos cristianos abundantes medios para suplir sus necesidades. Que los clamores de las viudas y los huérfanos no hagan descender la venganza del cielo sobre nosotros como pueblo. En el mundo que profesa ser cristiano, hay suficiente que se gasta en ostentación extravagante, en joyas y adornos, para suplir las necesidades de todos los hambrientos y vestir a los desnudos de nuestras ciudades y pueblos; y sin embargo esos profesos seguidores del manso y humilde Jesús no necesitan privarse de alimento adecuado y cómodos vestidos. ¿Qué dirán esos miembros de iglesia cuando tengan que hacer frente en el día de Dios a los pobres dignos, los afligidos, las viudas y los huérfanos, que han conocido la necesidad apremiante de lo más indispensable para la vida, mientras los profesos seguidores de Cristo gastaban en vestidos superfluos y adornos innecesarios, expresamente prohibidos en la Palabra de Dios, lo que hubiera sido suficiente para suplir todas esas necesidades? (El ministerio de bondad, p. 226).
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Notas de Elena G. de White
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