Notas de Elena | Martes 5 de mayo del 2020 | La Biblia y la cultura | Escuela Sabática

Martes 5 de mayo: La Biblia y la cultura
El apóstol Pablo tenía todos los privilegios de un ciudadano romano. No iba a la zaga en la educación hebrea, pues había aprendido a los pies de Gamaliel, pero todo eso no lo capacitaba para alcanzar la norma más elevada. A pesar de toda su educación científica y literaria estaba, hasta que Cristo se lo reveló, en una oscuridad tan completa como muchos de sus días. Pablo llegó a estar plenamente convencido de que conocer a Jesucristo mediante un conocimiento experimental era para su bien presente y eterno…
La costumbre de Pablo había sido adoptar un estilo oratorio en su predicación. Era un hombre capaz para hablar ante reyes, ante los grandes y eruditos hombres de Atenas, y su conocimiento intelectual con frecuencia le era de valor en la preparación del camino para el evangelio. Trató de hacer sesto en Atenas, haciendo frente a la elocuencia con elocuencia, a la filosofía con filosofía y a la lógica con lógica, pero no alcanzó el éxito que había esperado. Sus conceptos posteriores lo indujeron a entender que había algo que necesitaba por encima de la sabiduría humana. Dios le enseñó que debía recibir algo superior a la sabiduría del mundo. Debía recibir su poder de una fuente más elevada. Para convencer de sus culpas a los pecadores y convertirlos, el Espíritu de Dios debía participar de su obra y santificar cada progreso espiritual —Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 6, p. 1084.
Muchos se figuran que, para alcanzar a las clases altas, hay que adoptar un modo de vivir y un método de trabajo adecuado a los gustos desdeñosos de ellas. Consideran de suma importancia cierta apariencia de fortuna, los costosos edificios, trajes y atavíos, el ambiente imponente, la conformidad con las costumbres mundanas y la urbanidad artificiosa de las clases altas, así como su cultura clásica y lenguaje refinado. Esto es un error. El modo mundano de proceder para alcanzar las clases altas no es el modo de proceder de Dios. Lo que surtirá efecto en esta tarea es la presentación del evangelio de Cristo de un modo consecuente y abnegado —El ministerio de curación, p. 164.
Dios no reconoce ninguna distinción por causa de la nacionalidad, la raza o la casta. Es el Hacedor de toda la humanidad. Todos los hombres son una familia por la creación, y todos son uno por la redención. Cristo vino para demoler todo muro de separación, para abrir todo departamento del templo, para que cada alma pudiese tener libre acceso a Dios. Su amor es tan amplio, tan profundo, tan completo, que penetra por doquiera. Libra de la influencia de Satanás a las pobres almas que han sido seducidas por sus engaños. Las coloca al alcance del trono de Dios, el trono circuido por el arco de la promesa.
En Cristo no hay ni judío ni griego, ni esclavo ni libre. Todos son atraídos por su preciosa sangre. Gálatas 3:28; Efesios 2:13).
Cualquiera que sea la diferencia de creencia religiosa, el llamamiento de la humanidad doliente debe ser oído y contestado. Donde existe amargura de sentimiento por causa de la diferencia de la religión, puede hacerse mucho bien mediante el servicio personal. El ministerio amante quebrantará el prejuicio, y ganará las almas para Dios —Palabras de vida del gran Maestro, p. 318.
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NOTAS DE ELENA G. DE WHITE
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