Notas de Elena | Martes 15 de junio del 2021 | La fe de Abraham: primera parte | Escuela Sabática

Martes 15 de junio: La fe de Abraham: primera parte
Este mismo pacto [dado a Adán] le fue renovado a Abraham en la promesa: “En tu simiente serán benditas todas las gentes de la tierra”. Génesis 22:18. Esta promesa dirigía los pensamientos hacia Cristo. Así la entendió Abraham (véase Gálatas 3:8, 16), y confió en Cristo para obtener el perdón de sus pecados. Fue esta fe la que se le contó como justicia. El pacto con Abraham también mantuvo la autoridad de la ley de Dios… El testimonio de Dios respecto a su siervo ñel fue: “Oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes”. Génesis 26:5 (Historia de los patriarcas y profetas, 387).
Por fe, la fe que renuncia a toda confianza propia, el necesitado suplicante ha de aferrarse del poder infinito.
Ninguna ceremonia exterior puede reemplazar a la fe sencilla y a la entera renuncia al yo. Pero ningún hombre puede despojarse del yo por sí mismo. Solo podemos consentir que Cristo haga esta obra. Entonces el lenguaje del alma será: Señor, toma mi corazón; porque yo no puedo dártelo. Es tuyo, mantenlo puro, porque yo no puedo mantenerlo por ti. Sálvame a pesar de mi yo, mi yo débil y desemejante a Cristo. Modélame, fórmame, elévame a una atmósfera pura y santa, donde la rica corriente de tu amor pueda fluir por mi alma.
No solo al comienzo de la vida cristiana ha de hacerse esta renuncia al yo. Ha de renovársela a cada paso que se dé hacia el cielo. Todas nuestras buenas obras dependen de un poder que está fuera de nosotros. Por lo tanto, debe haber un continuo anhelo del corazón en pos de Dios, y una continua y ferviente confesión de los pecados que quebrante el corazón y humille el alma delante de él. únicamente podemos caminar con seguridad mediante una constante renuncia al yo y dependencia de Cristo (Reflejemos a Jesús, p. 252).
La justicia es obediencia a la ley. La ley demanda justicia, y ante la ley, el pecador debe ser justo. Pero es incapaz de serlo. La única forma en que puede obtener la justicia es mediante la fe. Por fe puede presentar a Dios los méritos de Cristo, y el Señor coloca la obediencia de su Hijo en la cuenta del pecador. La justicia de Cristo es aceptada en lugar del fracaso del hombre, y Dios recibe, perdona y justifica al alma creyente y arrepentida, la trata como si fuera justa, y la ama como ama a su Hijo. De esta manera, la fe es imputada ajusticia y el alma perdonada avanza de gracia en gracia, de la luz a una luz mayor.
El toque de la fe nos abre el divino almacén de los tesoros de poder y sabiduría; y de esa manera, mediante instrumentos de barro. Dios realiza las maravillas de su gracia. Esta fe viva es nuestra gran necesidad de hoy. Debemos saber que Jesús es en verdad nuestro; que su Espíritu está purificando y refinando nuestro corazón. Si los seguidores de Cristo tuvieran fe genuina, con mansedumbre y amor, ¡qué obra podrían realizar! ¡Qué frutos se verían para la gloria de Dios! (La maravillosa gracia de Dios, p. 265).
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