Notas de Elena | Martes 10 de septiembre del 2019 | La esperanza de la resurrección | Escuela Sabática

Martes 10 de septiembre: La esperanza de la resurrección
Declaró que Cristo, después de su muerte, «resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras», después de lo cual «apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos juntos… Y el postrero de todos, … me apareció a mí».
Con poder convincente el apóstol expuso la gran verdad de la resurrección. «Porque si no hay resurrección de muertos —arguyó–, Cristo tampoco resucitó: y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe… Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, los más miserables somos de todos los hombres. Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho».
Pablo dirigió los pensamientos de los hermanos corintios a los triunfos de la mañana de la resurrección, cuando todos los santos que duermen se levantarán, para vivir para siempre con el Señor. «He aquí –declaró el apóstol—, os digo un misterio: Todos ciertamente no dormiremos, mas todos seremos transformados, en un momento, en un abrir de ojo, a la final trompeta; porque será tocada la trompeta, y los muertos serán levantados sin corrupción, y nosotros seremos transformados… A Dios gracias, que nos da la victoria por el Señor nuestro Jesucristo» (Los hechos de los apóstoles, pp. 257, 258).
Se me recordó luego la gloria del cielo, el tesoro allegado allí por los fieles. Todo era hermoso y lleno de gloria. Los ángeles cantaban un hermoso himno, luego dejaban de cantar y se quitaban las coronas deslumbrantes, las echaban a los pies del glorioso Jesús, y con voces melodiosas clamaban: «¡Gloria! ¡Aleluya!» Me uní con ellos en sus cantos de alabanza y honor al Cordero, y cada vez que abría la boca para loarle, me dominaba un inefable sentido de la gloria que me rodeaba. Era mucho más: un indecible y eterno peso de gloria. Dijo el ángel: «El pequeño residuo que ama a Dios, guarda sus mandamientos y cuyos miembros sean fieles hasta el fin, disfrutará de esta gloria y estará siempre en la presencia de Jesús para cantar con los santos ángeles» (Primeros escritos, p. 66).
«Yo puedo caer en mi puesto antes que el Señor venga; pero cuando todos los que están en la tumba se levanten, yo veré a Jesús si soy fiel, y seré como él. ¡Oh, qué gozo insuperable ver a Aquel a quien amamos, ver en su gloria a Aquel que nos amó tanto que se dio a sí mismo por nosotros; contemplar aquellas manos que fueron horadadas por nuestra redención, extendidas hacia nosotros para bendecirnos y darnos la bienvenida! ¡Qué importa que tengamos que trabajar duramente y sufrir aquí, si tan solo logramos la resurrección! Esperaremos pacientemente hasta que termine nuestro tiempo de prueba, y entonces elevaremos el cántico alegre de triunfo» (Notas biográficas de Elena G. de White, p. 294).
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Notas de Elena G. de White
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