Notas de Elena | Lunes 3 de junio 2019 | Algunos principios para el matrimonio | Escuela Sabática

Lunes 3 de junio: Algunos principios para el matrimonio
«Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas». Mateo 6:14, 15. ¡Condiciones maravillosas, pero cuán poco se las entiende o se hace caso a ellas! Uno de los pecados más comunes, al cual acompañan los resultados más dañinos, es el abrigar un espíritu no perdonador. ¡Cuántos hay que albergan la animosidad o la venganza y luego se inclinan ante Dios y piden ser perdonados así como ellos perdonan! Seguramente no comprenden verdaderamente el significado de esta oración, de lo contrario no se atreverían a pronunciarla. Dependemos de la misericordia perdonadora de Dios todos los días y a cada hora; ¡cómo pues podemos abrigar amargura y malicia hacia aquellos que, cual nosotros, son también pecadores! Si en su diario convivir los cristianos pusiesen por obra los principios de esta oración, ¡qué cambio bendecido se obraría en la iglesia y en el mundo! Este sería el testimonio más convincente que se pudiera dar acerca de la realidad de la religión bíblica (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 159).
Aun para los que pretenden ser seguidores de Jesús, es dificilísimo perdonar como perdonó Cristo. Se práctica tan poco el verdadero espíritu de perdón, y se aplican tantas interpretaciones a los requerimientos de Cristo, que se pierden de vista su fuerza y belleza. Tenemos una visión muy incierta de la gran misericordia y amante bondad de Dios. Él está lleno de compasión y perdón, y nos perdona gratuitamente si realmente nos arrepentimos y confesamos nuestros pecados…
Debemos hacer que el amor de Jesús domine nuestra vida. Tendrá una influencia que suavice y subyugue nuestro corazón y carácter. Nos moverá a perdonar a nuestros hermanos aunque nos hayan injuriado. El amor divino debe fluir de nuestro corazón en amables palabras y bondadosas acciones para otros (A fin de conocerle, pp. 180, 181).
«No haya ahora altercado —dijo Abrahán– entre mí y ti, entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos» …
Este caso puso de manifiesto el noble y desinteresado espíritu de Abrahán. ¡Cuántos, en circunstancias semejantes, habrían procurado a toda costa sus preferencias y derechos personales! ¡Cuántas familias se han desintegrado por esa razón! ¡Cuántas iglesias se han dividido, dando lugar a que la causa de la verdad sea objeto de las burlas y el menosprecio de los impíos! Los hijos de Dios forman una sola familia en todo el mundo, y debería guiarlos el mismo espíritu de amor y concordia. «Amándoos los unos a los otros con caridad fraternal; previniéndoos con honra los unos a los otros» (Romanos 12:10), es la enseñanza de nuestro Salvador. El cultivo de una cortesía uniforme, y la voluntad de tratar a otros como deseamos ser tratados nosotros, eliminaría la mitad de las dificultades de la vida. El espíritu de ensalzamiento propio es el espíritu de Satanás; pero el corazón que abriga el amor de Cristo poseerá esa caridad que no busca lo suyo. El tal cumplirá la orden divina: «No mirando cada uno a lo suyo propio, sino cada cual también a lo de los otros». Filipenses 2:4 (Patriarcas y profetas, p. 125).
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Notas de Elena G. de White
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