Notas de Elena | Lunes 3 de febrero del 2020 | Un visitante no invitado | Escuela Sabática

Lunes 3 de febrero: Un visitante no invitado
Un Vigilante que no fue reconocido, pero cuya presencia era un poder de condenación, contempló esta escena de profanación. Pronto el Huésped invisible, que no había sido invitado, hizo que se sintiera su presencia. En el momento en que la sacrílega orgía estaba en su punto máximo, apareció una mano incruenta, y escribió palabras de juicio condenatorio sobre la pared del salón del banquete. Palabras ardientes procedieron de los movimientos de la mano: «MENE, MENE, TEKEL, UPARSIN», se escribió con letras de fuego. Fueron pocos los caracteres trazados por aquella mano en la pared frente al rey; pero mostraron la presencia del poder de Dios.
Belsasar se atemorizó. Se despertó su conciencia. Lo embargaron el temor y el recelo que siempre acompañan al culpable. Cuando Dios infunde temor a los hombres, éstos no pueden ocultar la intensidad de su terror. Los grandes hombres del reino quedaron alarmados. Su blasfema profanación de las cosas sagradas se transformó en un momento. Un frenético terror superó a todo dominio propio… El rey trató en vano de leer las ardientes letras. Se encontraba ante un poder demasiado formidable para él. No podía leer la escritura (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 4, 1192).
Si cada miembro permitiera que la Palabra de Dios entrara en su vida, esta alumbraría y haría entender a los simples… «Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio, y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová» (Isaías 29:18-21).
Nunca hubo un tiempo en que el Señor quiso manifestar su grandiosa gracia hacia sus escogidos más plenamente que en estos últimos días, cuando han invalidado su ley (Testimonios para los ministros, pp. 95, 96).
Es el deber de cada hijo e hija de Dios almacenar en su mente las verdades divinas; y entre más haga esto, más fuerza y claridad de mente tendrá para entender los asuntos profundos de Dios. Y a medida que los principios de la verdad se lleven a cabo en su vida diaria podrá ser cada vez más serio y vigoroso.
Lo que bendecirá a la humanidad es la vida espiritual. El que está en armonía con Dios, dependerá constantemente de él para obtener fortaleza. «Sed vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto». La obra de nuestra vida debería consistir en avanzar constantemente para alcanzar la perfección del carácter cristiano, esforzándonos siempre por conformarnos a la voluntad de Dios. Los esfuerzos iniciados en la tierra continuarán por toda la eternidad. Los adelantos hechos aquí nos pertenecerán cuando entremos en la vida futura.
Los que son participantes de la humildad, la pureza y el amor de Cristo, se gozarán en Dios, y esparcirán luz y alegría a todo su alrededor (Hijos e hijas de Dios, p. 329).
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NOTAS DE ELENA G. DE WHITE
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