Notas de Elena | Lunes 20 de julio del 2020 | Jesús el poderoso intercesor | Escuela Sabática

Lunes 20 de julio:

Jesús el poderoso intercesor
Ninguna vida estuvo tan llena de trabajo y responsabilidad como la de Jesús, y, sin embargo, cuán a menudo se le encontraba en oración. Cuán constante era su comunión con Dios. Repetidas veces en la historia de su vida terrenal, se encuentran relatos como este: «Levantándose muy de mañana, aún muy de noche, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba». «Y se juntaban muchas gentes a oír y ser sanadas de sus enfermedades. Mas él se apartaba a los desiertos, y oraba». «Y aconteció en aquellos días, que fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios». Marcos 1:35.
En una vida completamente dedicada al beneficio ajeno, el Salvador hallaba necesario retirarse de los caminos muy transitados y de las muchedumbres que le seguían día tras día. Debía apartarse de una vida de incesante actividad y contacto con las necesidades humanas, para buscar retraimiento y comunión directa con su Padre. Como uno de nosotros, participante de nuestras necesidades y debilidades, dependía enteramente de Dios, y en el lugar secreto de oración, buscaba fuerza divina, a fin de salir fortalecido para hacer frente a los deberes y las pruebas. En un mundo de pecado, Jesús soportó luchas y torturas del alma. En la comunión con Dios, podía descargarse de los pesares que le abrumaban. Allí encontraba consuelo y gozo (El Deseado de todas las gentes, p. 330).
Cuando [Jesús] dijo que la mies era mucha, y pocos los obreros, no impuso a sus discípulos la necesidad de trabajar sin cesar, sino que dijo: «Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies». Mateo 9:38…
Al aumentar la actividad, si los hombres tienen éxito en ejecutar algún trabajo para Dios, hay peligro de que confíen en los planes y métodos humanos. Propenden a orar menos y a tener menos fe. Como los discípulos, corremos el riesgo de perder de vista cuánto dependemos de Dios y tratar de hacer de nuestra actividad un salvador. Necesitamos mirar constantemente a Jesús comprendiendo que es su poder lo que realiza la obra. Aunque hemos de trabajar fervorosamente para la salvación de los perdidos, también debemos tomar tiempo para la meditación, la oración y el estudio de la Palabra de Dios. Es únicamente la obra realizada con mucha oración y santificada por el mérito de Cristo, la que al fin habrá resultado eficaz para el bien (El Deseado de todas las gentes, p. 329).
Muchos se encuentran hoy día adonde se encontraba Pedro cuando lleno de confianza propia declaró que no negaría a su Señor. Y debido a su suficiencia propia, caen como fácil presa de los artificios de Satanás. Aquellos que comprenden su debilidad confían en un poder más eleva-do que el yo, y mientras contemplan a Dios, Satanás no tiene poder contra ellos. Pero aquellos que confían en el yo son fácilmente derrotados. Recordemos que si no prestamos atención a las precauciones que Dios nos da, hay una caída ante nosotros. Cristo no salvará de las heridas a aquel que se coloca por su voluntad en el terreno del enemigo. Deja que el autosuficiente, que actúa como si supiera más que su Señor, siga en su supuesta fortaleza. Luego viene el sufrimiento y una vida inválida, o tal vez la derrota y la muerte (Nuestra elevada vocación, p. 309).
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NOTAS DE ELENA G. DE WHITE
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