Notas de Elena | Lunes 18 de julio del 2022 | Fe en medio del fuego refinador | Escuela Sabática

Lunes 18 de julio: Fe en medio del fuego refinador
El cristiano que ama a su Padre celestial puede no discernir por providencias externas o señales visibles algún favor celestial… A menudo está sumamente afligido, angustiado, perplejo… Las apariencias parecen estar en su contra…
Job fue despojado de sus tesoros terrenales, privado de sus hijos y convertido en un espectáculo de repugnancia para sus amigos, pero en la hora de Dios, él mostró que no había abandonado a su siervo…
Si os manda que entréis al horno rugiente por amor de él, Jesús estará a vuestro lado, así como estuvo con los tres fíeles en Babilonia. Los que aman a su Redentor, se gozarán en cada oportunidad de participar con él en la humillación y en el vituperio. El amor que sienten hacia su Señor dulcifica el sufrimiento por su causa (In Heavenly Places, p. 271; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 273).
Dios recompensará al hombre de fe y obediencia. Si esta fe penetra en la experiencia de la vida, habilitará a cada uno de los que temen y aman a Dios para soportar pruebas.
Moisés estaba lleno de confianza en Dios, porque tenía una fe que se apropiaba de sus promesas. Necesitaba ayuda, oraba por ella, se aferraba a ella por la fe, y entretejía en su experiencia la creencia de que Dios le cuidaba. Creía que Dios regía su vida en particular. Veía y reconocía a Dios en todo detalle de su vida, y sentía que estaba bajo el ojo del que lo ve todo, que pesa los motivos y prueba el corazón. Miraba a Dios, y confiaba en que él le daría fuerza para vencer toda tentación. Sabía que le había sido asignada una obra especial, y deseaba, en cuanto fuese posible, cumplir cabalmente esa obra. Pero sabía que no podía hacerlo sin ayuda divina; porque tenía que tratar con un pueblo perverso. La presencia de Dios bastaba para hacerle atravesar las situaciones más penosas en las cuales un hombre pudiera ser colocado (Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 612, 613).
Cuando nos sobrecojan las pruebas, no meditemos en la magnitud de ellas, ni pensemos que no podemos gozarnos en el Señor. Es cierto que tendremos sentimientos cambiantes. Pasaremos por momentos de desánimo y depresión. ¿Pero viviremos por sentimiento o por fe? Cuando nuestros hermanos y amigos hablen imprudentemente, no nos descorazonemos. Recordemos que nos hallamos en un mundo de pruebas y dolor, de penas y desilusiones. Estas experiencias deberían conducirnos a Cristo. Si no lo hacen, sufriremos una pérdida…
La purificación no es agradable, pero recordemos que Cristo vino al mundo y se humanó para poder cargar las aflicciones que debemos soportar, y ser un ejemplo de fiel tolerancia bajo toda forma de prueba. Dios quiere que nos demos cuenta de que somos parte de la gran familia humana, y que debemos soportar las pruebas (Alza tus ojos, p. 250).
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