Notas de Elena | Lunes 16 de septiembre del 2019 | Fatiga por compasión | Escuela Sabática

Lunes 16 de septiembre: Fatiga por compasión
No nos cansemos de hacer bien. Sometamos enteramente nuestro corazón a las enseñanzas de la Palabra… De acuerdo con nuestra fe en el mensaje, será nuestro fervor y nuestro poder para promover el conocimiento de Jesucristo. Hemos de llegar a ser «coadjutores» de Dios, «creciendo en la obra del Señor siempre».
Cada día de nuestra vida hacemos frente a nuevas obligaciones. La terminación de un deber es el comienzo del otro. Nuestra vida ha de emplearse en un solemne servicio en favor del Maestro. Somos los siervos del Señor. Los miembros de la iglesia de Cristo han de ser ejemplos de una vida de servicio, una vida de completa obediencia a nuestro gran Ejemplo (Hijos e hijas de Dios, p. 267).
Los siervos de Dios deben utilizar todos los medios a su alcance para engrandecer su reino. El apóstol Pablo declara que «es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad… que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres». 1 Ti moteo 2:3, 4, 1… Cada creyente está comprometido a unirse con sus hermanos para proclamar la invitación: «Venid, que ya todo está preparado». Lucas 14:17. Cada uno debe animar a los demás a realizar un trabajo de todo corazón. Una iglesia viviente está llamada a llevar a la gente invitaciones conmovedoras. Las almas sedientas han de ser conducidas al agua de la vida (Testimonios para la iglesia, t. 7, p. 17).
Nuestra fortaleza y bendición espirituales estarán en proporción con el trabajo hecho con amor y con las buenas obras realizadas. El apóstol ordena: «Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo». Gálatas 6:2. El cumplimiento de los mandamientos de Dios requiere de nosotros buenas obras, abnegación, sacrificio y dedicación al bienestar de los demás; pero esto no significa que solamente nuestras buenas obras nos salvarán, sino que ciertamente no podremos salvarnos sin buenas obras. Después de hacer todo lo que somos capaces de hacer, debemos decir: Únicamente hemos cumplido nuestro deber, y en el mejor de los casos somos siervos inútiles, indignos del favor más pequeño de Dios. Cristo debe ser nuestra justicia.
En todo nuestro derredor se encuentran los que sienten hambre del alma, que anhelan el amor, expresado en palabras y acciones. La simpatía y el tierno interés por otros proporcionarán a nuestra alma bendiciones que no hemos experimentado, y nos pondrán en estrecha relación con nuestro Redentor, cuyo advenimiento al mundo fue con el propósito de hacer el bien, y cuya vida hemos de imitar. ¿Qué estamos haciendo por Cristo? (That I May Know Him, p. 334; parcialmente en A fin de conocerle, p. 333).
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Notas de Elena G. de White
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