Notas de Elena | Lunes 13 de julio del 2020 | Una lección sobre aceptación | Escuela Sabática
Lunes 13 de julio: Una lección sobre aceptación
Jesús se relacionaba personalmente con los seres humanos. Él no se alejaba ni apartaba de los que necesitaban su ayuda. Entraba en las casas de los hombres, confortaba a los tristes, sanaba a los enfermos, instigaba al descuidado e iba haciendo bienes. Y si seguimos sus pasos, debemos hacer lo que él hizo. Debemos brindar a los hombres la misma ayuda que él les extendía.
El Señor desea que su palabra de gracia penetre en toda alma. En gran medida esto debe realizarse mediante un trabajo personal. Este fue el método de Cristo. Su obra se realizaba mayormente por medio de entrevistas personales. Dispensaba una fiel consideración al auditorio de una sola alma. Por medio de esa sola alma a menudo el mensaje se extendía a millares… Hay multitudes que nunca recibirán el evangelio a menos que este les sea llevado (Dios nos cuida, p. 56).
Al enseñar, Cristo trató individualmente con los hombres. Educó a los doce por medio del trato y la asociación personales. Sus más preciosas instrucciones las dio en privado, y con frecuencia a un solo oyente. Reveló sus más ricos tesoros al honorable rabino en la entrevista nocturna celebrada en el Monte de los Olivos, y a la mujer despreciada, junto al pozo de Sicar, porque en esos oyentes percibió un corazón sensible, una mente abierta, un espíritu receptivo. Ni siquiera la muchedumbre que con tanta frecuencia seguía sus pasos era para Cristo una masa confusa de seres humanos. Hablaba y exhortaba en forma directa a cada mente, y se dirigía a cada corazón. Observaba los rostros de sus oyentes, veía cuando se iluminaban, notaba la mirada rápida y de comprensión que revelaba el hecho de que la verdad había llegado al alma, y su corazón vibraba en respuesta con gozosa simpatía.
Cristo se percataba de las posibilidades que había en todo ser humano. No se dejaba impresionar por una apariencia poco promisoria o un ambiente desfavorable. Llamó a Mateo cuando estaba en el banco de los tributos, y a Pedro y sus hermanos les pidió que dejaran el bote del pescador para que aprendieran de él.
En la obra educativa de hoy se necesita prestar el mismo interés personal y la misma atención al desarrollo individual (La educación, pp. 231, 232).
Nuestro Salvador experimentaba una tierna simpatía por los pobres y dolientes. Y si nosotros somos seguidores de Cristo debemos cultivar también la compasión y la simpatía. El amor por la humanidad doliente debe reemplazar a la indiferencia por la aflicción humana. La viuda, el huérfano, el enfermo y el moribundo, siempre necesitarán que se les ayude. Entre ellos existe una dorada oportunidad para proclamar el evangelio y para poner en alto el nombre de Jesús, la única esperanza y consolación del ser humano. Cuando la persona que sufre obtiene sanidad, y se ha demostrado un interés viviente por el alma afligida, entonces el corazón se abre y se puede derramar el bálsamo celestial sobre él. Si acudimos a Jesús y obtenemos de él conocimiento, fortaleza y gracia, podremos impartir su consuelo a los demás, porque el Consolador está con nosotros (Consejos sobre la salud, p. 34).
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NOTAS DE ELENA G. DE WHITE
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