Notas de Elena | Jueves 10 de septiembre del 2020 | Algo por lo cual vale la pena testificar | Escuela Sabática
Jueves 10 de septiembre: Algo por lo cual vale la pena testificar
Pablo comprendía que su suficiencia no estaba en él, sino en la presencia del Espíritu Santo, cuya misericordiosa influencia llenaba su corazón y ponía todo pensamiento en sujeción a Cristo. Hablando de sí mismo, afirmaba que llevaba «siempre por todas partes la muerte de Jesús en el cuerpo, para que también la vida de Jesús sea manifestada en nuestros cuerpos». 2 Corintios 4:10. En las enseñanzas del apóstol, Cristo era la figura central. «Vivo —declaraba–, no ya yo, mas vive Cristo en mí». Gálatas 2:20. El yo estaba escondido; Cristo era revelado y ensalzado.
Pablo era un orador elocuente. Antes de su conversión, había tratado a menudo de impresionar a sus oyentes con los vuelos de la oratoria. Pero ahora puso todo eso a un lado. En lugar de entregarse a descripciones poéticas y cuadros fantásticos que pudieran complacer los sentidos y alimentar la imaginación, pero que no podrían alcanzar la experiencia diaria, Pablo trataba, mediante el uso de un lenguaje sencillo, de introducir en el corazón las verdades de vital importancia… Las necesidades inmediatas, las pruebas presentes, de las almas que luchan, deberían satisfacerse con instrucción sana y práctica sobre los principios fundamentales del cristianismo (Los hechos de los apóstoles, pp. 204, 205).
La educación que puede obtenerse por el escudriñamiento de las Escrituras es un conocimiento experimental del plan de la salvación. Tal educación restaurará la imagen de Dios en el alma. Fortalecerá y vigorizará la mente contra la tentación, y habilitará al estudiante para ser un colaborador de Cristo en su misión de misericordia al mundo. Lo convertirá en un miembro de la familia celestial, y lo preparará para compartir la herencia de los santos en luz.
Pero el que enseña verdades sagradas puede impartir únicamente aquello que él mismo conoce por experiencia. «El sembrador salió a sembrar su semilla». Lucas 8:4. Cristo enseñó la verdad porque él era la verdad. Su propio pensamiento, su carácter, la experiencia de su vida estaban encarnados en su enseñanza. Tal debe ocurrir con sus siervos: aquellos que quieren enseñar la Palabra han de hacer de ella algo propio mediante una experiencia personal. Deben saber qué significa tener a Cristo hecho para ellos sabiduría y justificación y santificación y redención. Al presentar a los demás la Palabra de Dios, no han de hacerla aparecer como algo supuesto o un «tal vez». Deben declarar con el apóstol Pedro: «No os hemos dado a conocer… fábulas por arte compuestas; sino como habiendo con nuestros propios ojos visto su majestad». 2 Pedro 1:16. Todo ministro de Cristo y todo maestro deben poder decir con el amado Juan: «Porque la vida fue manifestada, y vimos, y testificamos, y os anunciamos aquella vida eterna, la cual estaba con el Padre, y nos ha aparecido». 1 Juan 1:2 (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 24, 25).
Viernes 11 de septiembre: Para estudiar y meditar
La edificación del carácter, «El amor hacia Dios y el hombre», pp. 80, 81; Mensaje selectos, t. 1, «Cristo retiene el control», pp. 96, 97.
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