Notas de Elena | Domingo 8 de septiembre del 2019 | «¿Hasta cuándo, oh, Jehová?» | Escuela Sabática

Domingo 8 de septiembre: «¿Hasta cuándo, oh, Jehová?»
En el tiempo en que Josías empezó a reinar, y durante muchos años antes, los de corazón fiel que quedaban en Judá se preguntaban si las promesas que Dios había hecho al antiguo Israel se iban a cumplir alguna vez. Desde un punto de vista humano, parecía casi imposible que se alcanzara el propósito divino para la nación escogida… Los profetas habían comenzado a predecir la destrucción completa de su hermosa ciudad, donde se hallaba el templo edificado por Salomón y donde se concentraban todas sus esperanzas terrenales de grandeza nacional. ¿Sería posible que Dios estuviese por renunciar a su propósito de impartir liberación a quienes pusiesen su confianza en él? Frente a la larga persecución que venían sufriendo los justos, y a la aparente prosperidad de los impíos, ¿podían esperar mejores días los que habían permanecido fieles a Dios?
Estas preguntas llenas de ansiedad fueron expresadas por el profeta Habacuc. Considerando la situación de los fieles en su tiempo, dio voz a la preocupación de su corazón en esta pregunta: «¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás [Habacuc 1:2] (Profetas y reyes, pp. 283, 284).
Hoy también el Señor declara a sus hijos: «Esfuérzate, … y obrad: porque yo soy con vosotros». El creyente tiene siempre en el Señor a un poderoso auxiliador. Tal vez no sepamos cómo nos ayuda; pero esto sabemos: Nunca falta su ayuda para aquellos que ponen su confianza en él. Si los cristianos pudieran saber cuántas veces el Señor ordenó su camino, para que los propósitos del enemigo acerca de ellos no se cumplieran, no seguirían tropezando y quejándose. Su fe se estabilizaría en Dios, y ninguna prueba podría moverlos. Le reconocerían como su sabiduría y eficiencia, y él haría que se cumpliese lo que él desea obrar por su medio (Profetas y reyes, p. 422).
Hombres, mujeres y jóvenes, Dios requiere de vosotros que poseáis valor moral, firmeza de propósito, fortaleza y perseverancia, mentes que no admitan los asertos ajenos, sino que investiguen por su cuenta antes de aceptarlos o rechazarlos, y escuchen y pesen las evidencias, y las lleven al Señor en oración. «Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela a Dios, el cual da a todos abundantemente, y no zahiere; y le será dada». Santiago 1:5. Ahora bien, se impone la condición: «Pero pida en fe, no dudando nada: porque el que duda es semejante a la onda de la mar, que es movida del viento, y echada de una parte a otra. No piense pues el tal hombre que recibirá ninguna cosa del Señor». vers. 6, 7. Esta petición de sabiduría no debe ser una oración sin sentido, que se olvide tan pronto como se haya terminado. Es una oración que expresa el enérgico y ferviente deseo inspirado al corazón por un consciente anhelo de poseer sabiduría para discernir la voluntad de Dios.
Después de hecha la oración, si no obtenemos inmediatamente la respuesta, no nos cansemos de esperar, ni nos volvamos inestables. No vacilemos. Aferrémonos a la promesa: «Fiel es el que os ha llamado; el cual también lo hará». 1 Tesalonicenses 5:24… Si pedimos, él nos dará liberalmente, sin zaherir (Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 119).
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Notas de Elena G. de White
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