Notas de Elena | Domingo 7 de junio del 2020 | El historicismo y la profecía | Escuela Sabática

Domingo 7 de junio: El historicismo y la profecía
Hay un estudio de la historia que no se ha de condenar. La historia sagrada era una de las asignaturas en las escuelas de los profetas. En el registro de sus relaciones con las naciones se trazaban las pisadas de Jehová. Asimismo, hoy hemos de considerar las relaciones de Dios con las naciones de la tierra. Hemos de ver en la historia el cumplimiento de la profecía, estudiar las intervenciones de la Providencia en los grandes movimientos de reforma, y entender la progresión de los eventos que culminan en la reunión de las naciones para la última batalla del gran conflicto —Testimonios para la iglesia, t. 8, p. 321.
Hay en las Escrituras algunas cosas que son difíciles de comprender y que, según el lenguaje de Pedro, los ignorantes e inestables tuercen para su propia perdición. Tal vez no podamos en esta vida explicar el significado de todo pasaje de la Escritura; pero no hay puntos de verdad práctica que hayan de quedar envueltos en el misterio. Cuando llegue el momento en que, según la providencia de Dios, el mundo deba ser probado respecto de la verdad para este tiempo, su Espíritu inducirá a las mentes a escudriñar las Escrituras, aun con ayuno y oración, hasta que descubran eslabón tras eslabón, y los unan en una cadena perfecta. Todo hecho que se relacione directamente con la salvación de las almas quedará tan claro que nadie necesitará errar ni andar en las tinieblas.
A medida que hemos seguido la cadena de la profecía, se ha visto claramente y explicado la verdad revelada para nuestro tiempo. Somos responsables de los privilegios que disfrutamos y de la luz que resplandece sobre nuestra senda. Los que vivieron en generaciones pasadas fueron responsables de la luz que se dejó brillar sobre ellos. Su mente se preocupó con respecto a diferentes puntos de la Escritura que los probaban. Pero no comprendían las verdades que nosotros comprendemos. No fueron responsables de la luz que no recibieron. Tuvieron la Biblia como nosotros; pero el tiempo en que debía revelarse la verdad especial relacionada con las escenas finales de la historia de esta tierra había de coincidir con las últimas generaciones que iban a vivir en la tierra —Testimonios para la iglesia, t. 2, pp. 609, 610.
En su vasta gama de estilo y temas, la Biblia tiene algo para interesar a cada mente y atraer cada corazón. Sus páginas encierran historia antiquísima; biografías fieles a la vida; principios de gobierno para regir al estado y gobernar la casa, principios que la sabiduría humana nunca ha conseguido igualar. Contiene la más profunda filosofía, la poesía más dulce y sublime, apasionada y patética. Los escritos de la Biblia aun considerados de esta manera, son inconmensurablemente su erío’ res en valor a las producciones de cualquier autor humano, pero considerados en su relación con su gran pensamiento central, son de alcance infinitamente más amplio, de valor infinitamente mayor. Desde este punto de vista, cada tema adquiere nuevo significado. En las verdades más sencillamente enunciadas se encierran principios tan altos como el cielo, y que abarcan la eternidad La educación, p. 125.
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NOTAS DE ELENA G. DE WHITE
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