Notas de Elena | Domingo 12 de julio del 2020 | El segundo toque | Escuela Sabática
Domingo 12 de julio:
El segundo toque
El Señor quiere que su pueblo se levante y realice la obra que se le ha designado. La responsabilidad no descansa solamente en el ministerio. Los miembros laicos de la iglesia deben compartir las cargas de salvar almas… El Señor invita ahora a los que tienen el conocimiento de la verdad para este tiempo a levantarse de su letargo y a ser verdaderos misioneros en su servicio. El tiempo es corto y debe hacerse la obra del Señor sin más demora (Alza tus ojos, p. 58).
Necesitamos más simpatía cristiana; y no simplemente simpatía para con aquellos que nos parecen sin tacha, sino para con los pobres y los que padecen, para con las almas que luchan y son muchas veces sorprendidas en sus faltas, para con los que van pecando y arrepintiéndose, los tentados y desalentados. Debemos allegarnos a nuestros semejantes, conmovidos, como nuestro misericordioso Sumo Sacerdote, por sus flaquezas…
Los móviles cristianos requieren que trabajemos con firme propósito, interés inapagable y empeño siempre creciente por las almas a quienes Satanás procura destruir. Nada debe entibiar la fervorosa energía con que trabajamos en pro de la salvación de los perdidos. Nótese cómo en toda la Palabra de Dios se manifiesta el espíritu de insistencia que suplica a los hombres a que acudan a Cristo. Debemos aprovechar toda oportunidad, en privado y en público, para presentar todo argumento e insistir con razones de alcance infinito a fin de atraer a los hombres al Salvador. Con toda nuestra fuerza hemos de instarlos para que miren a Jesús y acepten su vida de abnegación y sacrificio. Debemos mostrarles que esperamos verlos alegrar el corazón de Cristo haciendo uso de cada uno de sus dones para honrar su nombre (El ministerio de curación, pp. 121, 122).
Nos dejamos desalentar con demasiada facilidad respecto de los que no corresponden en el acto a los esfuerzos que hacemos por ellos. No debemos jamás dejar de trabajar por un alma mientras quede un rayo de esperanza. Las preciosas almas costaron al Redentor demasiados sacrificios para que queden abandonadas así al poder del tentador… Sin una mano que les ayude, muchos no lograrán jamás reponerse moralmente; pero mediante esfuerzos pacientes y constantes se los puede levantar. Necesitan palabras de ternura, benevolente consideración, ayuda positiva.
Cristo puede levantar a los más pecadores, y ponerlos donde se les reconozca por hijos de Dios y coherederos con Cristo de la herencia inmortal.
Por el milagro de la gracia divina, muchos pueden prepararse para una vida provechosa (God’s Amazing Grace; parcialmente en La maravillosa gracia de Dios, p. 127).
Nuestras oraciones han de ser tan fervorosas y persistentes como lo fue la del amigo necesitado que pidió pan a media noche. Cuanto más fervorosa y constantemente oremos, tanto más íntima será nuestra unión espiritual con Cristo. Recibiremos bendiciones acrecentadas, porque tenemos una fe acrecentada.
Nuestra parte consiste en orar y creer. Velad en oración. Velad, y cooperad con el Dios que oye la oración. Recordad que «coadjutores somos de Dios». 1 Corintios 3:9 (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 111, 112).
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