Lección 11 | Aguardar en el crisol | Escuela Sabática Universitaria

En el Crisol con Cristo

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho» (Juan 1:3).
Él, Jesús, hizo «todas las cosas», y no obstante, según las Escrituras, «Jesús lloró» (Juan n: 35). ¿El Creador lloró? Más aún, Jesús fue «despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto» (Isa. 53: 3). ¿El Creador, varón de dolores, despreciado y rechazado? Y una vez exclamó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mat. 27: 46).

¿Cómo es posible? Porque Jesús, nuestro Creador, también fue nuestro Redentor, y como tal fue el Dios crucificado, el Creador que asumió la humanidad, y en esa condición humana sufrió una vida de privaciones y trabajo duro, y terminó ajusticiado en una cruz romana.

Con ese trasfondo (el del Dios crucificado que vela sobre nosotros), durante los próximos meses buscaremos entender mejor lo incomprensible: nuestro propio sufrimiento, el sufrimiento de los cristianos, de aquellos que han entregado su vida a Cristo. No pretendemos tener todas las respuestas ni mucho menos; solo afirmamos que «Dios es amor» (1 Juan 4: 8) y que, aunque estas cosas suceden, podemos confiar en Dios a pesar de ellas y, por cierto, crecer en gracia por medio de ellas, sin importar cuán doloroso sea el proceso.
Este trimestre estudiaremos la Palabra de Dios y veremos cómo otras personas de carne y hueso, aunque llenas de fe, enfrentaron la desesperación, la traición, la desilusión, la pérdida, la injusticia y el abuso (¿alguna similitud con la que te puedas identificar?) ¿Cómo los sobrellevaron? ¿Qué aprendieron? ¿Qué nos pueden enseñar sus ejemplos?

Lo que intentaremos mostrar es que el dolor, el sufrimiento y la pérdida no significan que Dios nos haya abandonado; solo significan que, incluso como creyentes, ahora compartimos la suerte común de la raza caída. La diferencia es que, gracias a Jesús y la esperanza que él ofrece, podemos hallar significado y propósito en lo que aparenta ser un sinsentido y un despropósito, y que, de alguna manera, aunque no podamos imaginar cómo, podemos confiar en la promesa de que «a los que aman a Dios [el Dios que, aunque hizo todas las cosas, también sufrió todas las cosas, y por eso lo amamos], todas las cosas les ayudan a bien» (Rom. 8: 28).

Gavin Anthony, colaborador principal de este trimestre, es originario de Sri Lanka como hijo de misioneros. Trabajó como pastor en Inglaterra y era presidente de Asociación en Islandia cuando escribió estas lecciones.


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