Notas de Elena | Sábado 12 de septiembre del 2020 | Un mensaje que vale la pena compartir | Escuela Sabática

Sábado 12 de septiembre
El mensaje evangélico proclamado por los discípulos de Cristo fue el anuncio de su primer advenimiento al mundo. Llevó a los hombres las buenas nuevas de la salvación por medio de la fe en él. Señalaba hacia su segundo advenimiento en gloria para redimir a su pueblo, y colocaba ante los hombres la esperanza, por medio de la fe y la obediencia, de compartir la herencia de los santos en luz. Este mensaje se da a los hombres hoy en día, y en esta época va unido con el anuncio de que la segunda venida de Cristo es inminente…
Juan en el Apocalipsis predice la proclamación del mensaje evangélico precisamente antes de la segunda venida de Cristo. Él contempla a un «ángel volar por en medio del cielo, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a todos los que moran en la tierra, y a toda nación y tribu y lengua y pueblo, diciendo en alta voz: Temed a Dios, y dadle honra; porque la hora de su juicio es venida». Apocalipsis 14:6, 7.
En la profecía, esta amonestación referente al juicio, con los mensajes que con ella se relacionan, es seguida por la venida del Hijo del hombre en las nubes de los cielos. La proclamación del juicio es el anuncio de que la segunda aparición del Salvador está por acaecer. Y a esta proclamación se denomina el evangelio eterno. Así se ve que la predicación de la segunda venida de Cristo, el anuncio de su cercanía, es una parte esencial del mensaje evangélico (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 179, 180).
La predicación del evangelio no ha sido encargada a los ángeles, sino a los hombres. En la dirección de esta obra se han empleado ángeles santos y ellos tienen a su cargo los grandes movimientos para la salvación de los hombres; pero la proclamación misma del evangelio es llevada a cabo por los siervos de Cristo en la tierra…
Jesús había dicho: «Andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas». Juan 12:35. Los que se apartan de la luz que Dios les ha dado, o no la procuran cuando está a su alcance, son dejados en las tinieblas. Pero el Salvador dice también: «El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida». Juan 8:12 (VM). Cualquiera que con rectitud de corazón trate de hacer la voluntad de Dios siguiendo atentamente la luz que ya le ha sido dada, recibirá aún más luz; a esa alma le será enviada alguna estrella de celestial resplandor para guiarla a la plenitud de la verdad (El conflicto de los siglos, pp. 312, 313).
Al cristiano le es concedido el gozo de reunir rayos de luz eterna del trono de la gloria, y de reflejarlos no solamente en su propio sendero, sino sobre la senda de las personas con quienes se asocia. Al hablar palabras de esperanza y aliento, de alabanza agradecida y de bondad alegre, puede esforzarse por hacer mejores a quienes lo rodean, por elevarlos, por mostrarles el cielo y la gloria y por encima de todas las cosas terrenales, por guiarlos en la búsqueda de las realidades eternas, la herencia inmortal y las riquezas imperecederas (Exaltad a Jesús, p. 238).
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NOTAS DE ELENA G. DE WHITE
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