Notas de Elena | Martes 3 de noviembre del 2020 | El Rabí Jesús | Escuela Sabática
Martes 3 de noviembre: El Rabí Jesús
A causa del pecado, el hombre quedó separado de Dios. De no haber mediado el plan de la redención, hubiera tenido que sufrir la separación eterna de Dios, y las tinieblas de una noche sin fin. El sacrificio de Cristo permite que se reanude la comunión con Dios. Personalmente no podemos acercamos a su presencia; nuestra naturaleza pecadora no nos permite mirar su rostro, pero podemos contemplarlo y tener comunión con él por medio de Jesús, el Salvador.
La «iluminación del conocimiento de la gloria de Dios» se revela «en la faz de Jesucristo». «Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo». 2 Corintios 4:6; 5:19. «Y aquel. Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros… lleno de gracia y de verdad». «En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres». John 1:14.; 1:4. La vida y la muerte de Cristo, precio de nuestra redención, no son para nosotros únicamente una promesa y garantía de vida, ni tan solo los medios por los cuales se nos vuelven a abrir los tesoros de la sabiduría, sino una revelación de su carácter aún más amplia y elevada que la que conocían los santos moradores del Edén (La educación, p. 28).
Nos acercamos a Dios por invitación especial, y él nos espera para damos la bienvenida a su sala de audiencia. Los primeros discípulos que siguieron a Jesús no se satisficieron con una conversación apresurada en el camino; dijeron: «Rabí… ¿dónde moras? … Fueron, y vieron dónde moraba, y se quedaron con él aquel día». Juan 1:38, 39 De la misma manera, también nosotros podemos ser admitidos a la intimidad y comunión más estrecha con Dios. «El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente». Salmo 91:1 Llamen los que desean la bendición de Dios, y esperen a la puerta de la misericordia con firme seguridad, diciendo: Tú, Señor, has dicho que cualquiera que pide, recibe; y el que busca halla; y al que llama, se abrirá (El discurso maestro de Jesucristo, p. 111).
El ideal de Dios para sus hijos es más elevado que cuanto pueda alcanzar el pensamiento humano más sublime. El Dios vivo ha dado en su santa ley un trasunto de su carácter. El mayor Maestro que el mundo haya conocido es Jesucristo… El ideal del carácter cristiano es la semejanza con Cristo. Se abre delante de nosotros una senda de progreso continuo. Tenemos un objeto que alcanzar, una norma que cumplir, que incluye todo lo bueno, puro, noble y elevado. Debemos esforzamos de continuo y progresar constantemente hacia adelante y hacia arriba, hacia la perfección del carácter (Consejos para los maestros, p. 351).
Jesús ha hecho posible que todo el mundo obtenga un conocimiento inteligente de su misión y obra divinas. Vino para representar el carácter de su Padre ante el mundo, y a medida que estudiamos la vida, las palabras y las obras de Jesucristo, en todo sentido recibimos ayuda en la educación de la obediencia a Dios; y al imitar el ejemplo que nos ha dado, nos transformamos en epístolas vivientes conocidas y leídas por todos los hombres. Nosotros somos los medios humanos vivientes llamados a representar el carácter de Jesucristo ante el mundo (Exaltad a Jesús, p. 163).
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NOTAS DE ELENA G. DE WHITE
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