Notas de Elena | Domingo 17 de mayo del 2020 | En el principio… | Escuela Sabática

Domingo 17 de mayo: En el principio…

«En el principio Dios…». Génesis 1:1. Únicamente aquí puede encontrar reposo la mente en su investigación anhelosa, cuando vuela como la paloma del arca. Arriba, debajo, más allá, habita el amor infinito, que hace que todas las cosas cumplan su «propósito de bondad». 2 Tesalonicenses 1:11.

«Porque las cosas de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles… por medio de las cosas hechas». Romanos 1:20. Pero su testimonio solo puede ser entendido con la ayuda del divino Maestro. «¿Quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios». 1 Corintios 2:11…

Solo mediante la ayuda de ese Espíritu que en el principio «se movía sobre la faz de las aguas»; de aquel Verbo por quien «todas las cosas… fueron hechas»; de aquella «Luz verdadera que alumbra a todo hombre», puede interpretarse correctamente el testimonio de la ciencia. Solo mediante su dirección pueden descubrirse sus verdades más profundas —La educación, p. 134.

El Padre y el Hijo emprendieron la grandiosa y admirable obra que habían proyectado: la creación del mundo. La tierra que salió de las manos del Creador era sumamente hermosa. Había montañas, colinas y llanuras, y entre ellos, ríos, lagos y lagunas. La tierra no era una vasta llanura; la monotonía del paisaje estaba interrumpida por colinas y montañas, no altas y abruptas como las de ahora, sino de formas hermosas y regulares. No se veían las rocas escarpadas y desnudas, porque yacían bajo la superficie, como si fueran los huesos de la tierra. Las aguas se distribuían con regularidad. Las colinas, montañas y bellísimas llanuras estaban adornadas con plantas y flores, y altos y majestuosos árboles de toda clase, muchísimo más grandes y hermosos que los de ahora. El aire era puro y saludable, y la tierra parecía un noble palacio. Los ángeles se regocijaban al contemplar las admirables y hermosas obras de Dios —Exaltad a Jesús, p. 41.

Los que tienen un verdadero conocimiento de Dios no se infatuarán con las leyes de la materia ni las operaciones de la naturaleza, al punto de pasar por alto o rehusar reconocer la continua operación de Dios en la naturaleza. La naturaleza no es Dios, ni nunca lo fue. La voz de la naturaleza testifica de Dios, pero la naturaleza no es Dios. Como obra creada por Dios, simplemente da un testimonio del poder de Dios. La Deidad es el autor de la naturaleza. En sí mismo, el mundo natural no tiene poder sino el que Dios le suministra. Hay un Dios personal, el Padre; hay un Cristo personal, el Hijo. Y «Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo…» (Hebreos 1:1) —Mensajes selectos, t. 1, pp. 344, 345.

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NOTAS DE ELENA G. DE WHITE

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