Lección 11 | Martes 10 de septiembre del 2019 | La paciencia de los santos | Escuela Sabática Jóvenes

MARTES 10 SEPTIEMBRE
LA PACIENCIA DE LOS SANTOS
Evidencia | Hab. 1:2; Luc. 18:1-8; Apoc. 21:1-5
El pueblo de Dios ha ansiado el fin del pecado desde que Adán y Eva fueron echados del Jardín del Edén. Cuando Dios los hizo salir de allí, les contó su plan de que Jesús viniera un día y muriera en su lugar.
A lo largo de siglos y milenios, la fe del pueblo de Dios en la bendita esperanza fue fluctuando. Incluso el profeta Habacuc experimentó esto. En los primeros versículos del libro que lleva su nombre, el profeta clama: «¿Hasta cuándo, Señor, he de pedirte ayuda sin que tú me escuches? ¿Hasta cuándo he de quejarme de la violencia sin que tú nos salves?» (Hab. 1:2).
Habacuc no entendía por qué Dios no se ocupaba de los pecados en sus días. Pero, en Lucas 18, Jesús contó una parábola que ayuda a responder la pregunta de Habacuc. Sin lugar a dudas, muchos compartimos la misma pregunta hoy. En esta parábola, hay una mujer que es viuda. Ella acudió a un juez y continuó yendo una y otra vez. Y vez tras vez, fue rechazada.
Finalmente, el juez se ocupó de su caso porque estaba cansado de que ella lo fuera a ver. Esta parábola, por medio del contraste, nos ayuda a entender el carácter de Dios. Dios un día pondrá fin al pecado, y eso será muy pronto. «No obstante», dice Jesús, «cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?” (Luc. 18:8).
Dios ha dado su promesa. El desafío ahora es nuestro. ¿Le dejaremos transformar nuestro corazón? Por más difícil que sea esperar, la Palabra de Dios describe a sus hijos como pacientes. “Aquí está la paciencia de los santos» (Apoc. 14:12, RV60). La palabra traducida en este versículo como «paciencia» significa literalmente «perseverancia gozosa (o esperanzada)».
Muchísimas personas han experimentado el dolor de perder a un ser amado. Otros han sufrido abusos. Otros más han sido atacados y robados. Sea cual fuere el problema, tenemos las promesas de Dios en su Palabra de que todo eso llegará a su fin pronto. A veces es difícil esperar gozosamente la liberación de Dios. Por eso, nos dio sus promesas.
Hacia el final de Apocalipsis, Dios nos da una hermosa promesa de lo que ha preparado para sus hijos fieles. Nos dice: «Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir» (Apoc. 21:4). Dios borrará nuestras lágrimas. Hará todas las cosas nuevas, y nada de lo que ha hecho miserable esta vida podrá volver a molestar a sus hijos.
PARA PENSAR Y DEBATIR:
¿Cuáles son algunas formas en las que podemos animarnos unos a otros para perseverar en el camino al cielo?
¿Cómo podemos esperar con gozo y paciencia que Dios cumpla su promesa de una tierra nueva?
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